Déjalo ir...
... y deja que fluya. Es más fácil decirlo que hacerlo. Cualquier persona que haya dado el salto y se haya mudado a Fuerteventura o a cualquier otra localidad extranjera, sabe que, dejarlo ir, se ha convertido en un compañero permanente, en el pasado y puede que todavía lo siga siendo en el presente. Has dejado atrás tu vida habitual, la familia, los amigos, el trabajo, el hogar y todo el entorno al que estabas acostumbrado para viajar a otro mundo. La actitud lo es todo, ya que los desafíos, la mayor parte del tiempo, son muchos y complejos. Surgen cuestiones que nunca antes te habías planteado, aparecen situaciones que nunca antes habías experimentado. Y puede suceder que, mientras te estas acostumbrando a los procedimientos y estructuras habituales, tu viaje se vuelva algo accidentado. Sin embargo, independientemente del resultado, habrás aprendido y acumulado experiencias que nunca podrías haber aprendido de un libro. La experiencia, ya sea positiva o negativa, sigue siendo una experiencia que te llevará más adelante en tu camino de la vida.
Como doctor, Eric dirigió una consulta quiropráctica con mucho éxito, durante 12 años hasta que un día sus pacientes empezaron a decir que sentían sus manos en ellos – aunque él no los había tocado. Los primeros meses, le salieron ampollas en sus palmas y sangraron. Pronto, los pacientes experimentaron sanaciones milagrosos de cánceres, enfermedades relacionadas con el SIDA, epilepsia, síndrome de fatiga crónica, esclerosis múltiple, reumatoide y osteoartritis, malformaciones de nacimiento, parálisis cerebral y otras afecciones serias. Todo esto sucedía cuando Eric simplemente acercaba sus manos a ellos – hoy en día, aún continúa.
Es casi tiempo de Navidad. El año llega a su fin, los días se acortan y las noches se hacen más largas. Aquí en Fuerteventura, no experimentamos estos fenómenos en la misma medida como "de vuelta a casa". Aquí todavía tenemos el calor y la luz y no tenemos el desagradable clima de lluvia, niebla, nieve, frío; pero tampoco tenemos ni la chimenea, ni las delicias de casa.
Su belleza no se puede describir con palabras. Su poder de curación supera nuestra imaginación y forma de pensar. La piedras curativas son compañeras en nuestro camino por la vida, como ángeles de cristal.